domingo, 14 de marzo de 2010

Lenguaje de hojas secas


Buscando rastros de tu cuerpo me halle yo mismo y me vi, tan desnudo. Ya sin la elegancia de la sonrisa y sin los ojos tristes. Y sentí el frío de la soledad, briza de antiguos y lejanos mares, sobre mi cara y me di cuenta que a lo lejos aún estabas tú mirando entrañable. El tiempo, hilo misterioso incorpóreo, me arroja a tus brazos y me esperas cándida como siempre, con los brazos abiertos, calor de nido sobre cobre. Sin embargo ya no es tan fácil. Ha sido tan larga la espera que me he perdido en el horizonte. Ya he creado mi propio lenguaje. Uno para mí y para nadie más. Solo lo entiendo yo y solo cuando lo necesito entender. Lenguaje de humo sobre hojas secas en tarde de verano. ¿Hojas secas en tarde de verano? Si como suena, a lenguaje intemporal e inespacial no echo para comunicar cosas sino … bueno ya me entenderás algún día, si ya me entenderé.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Deseo

Y te veo frente a mí desnuda, y me deleitas. Tu boca mana tibieza y me deleita. Tu figura forjada inconmensurable entre tus rígidas piernas y tu flexible vientre me rodea cual serpiente constrictora absorbiendo amenazante mi aliento. Tu erótica piel erizada y morena, es tibia como baño de té caliente. ¡No deseo que te vayas!, hipnotizado cual liebrecilla me dirijo a tus fauces y espero me devores. Y mi rígido corazón cede lentamente ante tu estoica figura corporal. Cada vez te necesito más. Seré tuyo sin enterarme de mi abandono.

La imaginación


La imaginación es un músculo. Lizo pero flexible. Se puede estirar como goma de mascar hasta que duela y uno termina mareado. O se puede dejarse arrumbado mientras la mente se ocupa de regir con su estricta lógica en busca de la veracidad. Pero aquel músculo insensato se esconde, se lía entre nervios y se acerca al corazón que lo nutre de líquido vital. Palpitante y rechoncho se convierte en una fierecilla que nos salta al cuello y nos hace cometer locuras. Es por eso que a esta bestia hay que sacarla a pasear.

lunes, 2 de noviembre de 2009

De vida


Ya no estoy triste. Soy inmaterial. Mi cuerpo rodea como humo la habitación. Es algo confuso, pero de pronto se aclara todo. Me lío con los aromas, me fundo con los colores. Mi alma se regocija, y las titilantes llamas me recuerdan el brillo en mis ojos cuando me sentía feliz. Es extraño que en este estado pueda gritar -¡Viva la vida!- Los aromas me colman, recuerdo tantas cosas. De este mundo extraño la fragilidad. Me gustan los aromas dulces, y las florecitas son tan bellas.

Me voy, soy inmaterial… Pero siento en verdad.

martes, 23 de junio de 2009

De muerte


Por aca, en México, la muerte siempre la pintamos con los dientes bien pelados, en una cándida sonrisa mal confundida con burla. Por eso, cuando te encuentro te enseño mis dientes, para enseñarte mi muerte y me correspondes: me enseñas tus dientes, me enseñas tu muerte. Ya a sabiendas de nuestra desnuda igualdad podemos sentarnos uno frente al otro.

domingo, 15 de febrero de 2009

Soy yo


A veces es difícil encontrar la concentración, sobre todo si se considera la multitud de rodeos que hacemos para llegar a cualquier objetivo. Saben a lo que me refiero, uno empieza por querer algo pero el temor y la duda lo obligan al rodeo. Después te concentras en las otras cosas cuyo objetivo último era facilitarte lo que realmente quieres, te olvidas de ello y te quedas con lo secundario. No te das cuenta hasta que encuentras (la mayoría de las veces por accidente) pequeños fragmentos agónicos de lo que realmente eras. AL descubrir eso, me he dado cuenta, en medio de una sonrisa compasiva y con un leve remordimiento, que deje de ser yo mismo para convertirme en mí.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Finales inacabados

Similar a una historia inacabada, existen circunstancias en la vida a las que uno se decide a no ponerles punto final, tal ves en espera de que algo nuevo ocurra o porque se esta indeciso con el final. Pero la historia ya no da para más y con toda resistencia y aún bajo enfado se coloca el inaplazable punto.

Siempre que se acaba una historia, tanto en la escritura como en la vida, aún en la lectura, se queda ese viejo sabor a muerte.